Este fin de semana, al correr el trail en el Cruce, no solo enfrenté el desafío físico del terreno; también me encontré cara a cara con algunos de mis propios desafíos personales. Cada paso era más que avanzar hacia la meta; era un recordatorio de momentos difíciles que he tenido que enfrentar, como estar sola y aprender a seguir adelante. En esos tramos complicados, donde las piernas flaquean y la mente busca razones para detenerse, pensaba en mis hijos. Pensaba en ellos como mi mayor fuente de inspiración y en la fuerza que, muchas veces, me toca sacar para enfrentar lo que se me presenta en la vida.
Aprender a ver cada obstáculo como una lección, cada kilómetro como una metáfora de superación, es algo que esta carrera me enseñó. Me llevo el aprendizaje de que incluso en los momentos más duros, cuando me siento sola, siempre hay una razón para seguir. Terminar fue un alivio, pero también una promesa de encontrar en cada desafío una oportunidad para crecer.